Después de ver en televisión esta última propuesta de las mentes pensantes del mundo me gustaría poder poner un icono de esos de estupefacción que define con un solo gesto la cara de perplejidad que se le queda a todo aquel que escucha de un organismo “oficial” tal propuesta. Pero no tengo iconos, solo la capacidad de intentar expresar mi indignación.
Anoche participaba en el debate del programa ‘A pie de campo’ que se emite desde la radio de Balerma (costa de El Ejido, Almería), un espacio radiofónico de agricultura con nueve años de vida y en el que se analizan cuestiones de actualidad de nuestro campo. El tema de los precios es redundante – como no puede ser de otro modo -, así que anoche comentábamos la iniciativa que anunciaba horas antes el Canal 24 Horas dando voz a la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Según este organismo hay que abaratar el precio que pagan los consumidores por sus frutas y hortalizas. ¿Cómo? Mediante subvenciones, afirmaban. Y la pregunta que nos hacíamos ayer en Brisa Radio es que si hay que poner más barata la verdura porque es cara para el consumidor, pero barata para el agricultor… ¿Quién se queda con el margen de beneficio? ¡Blanco y en botella!
Por lo que parece la OMS quiere declararle la guerra a determinadas bebidas gaseosas y con mucho azúcar, por sus efectos negativos contra la salud. Y para hacerlo plantean subirle los impuestos para así desincentivar su consumo. Hasta ahí bien. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud da un paso más y propone además bajar el precio de los productos hortofrutícolas de cara al público. Algo así como encarecer la Coca-Cola abaratando el tomate o el pimiento con el objeto de disminuir el consumo de la primera y elevar el de los segundos.
Está claro que la consecuencia que tal planteamiento puede tener para los productores no se tiene en cuenta porque si ya de por sí los márgenes que perciben los agricultores por sus productos son cada día más bajos – solo hay que citar los informes de campaña anuales de la Fundación Cajamar que reflejan tal tendencia – la posibilidad de rebajar los precios al consumidor final supondría presionar aún más lo recibido por el eslabón más débil.
Así que la OMS podría replantear su improvisación, o cambiar ciertos términos. Por ejemplo, aminorar los precios de la fruta y la verdura siempre que se garantice que al agricultor no se le va a estrangular aún más. ¿Lo plantearán así?
Ana Rubio