Las promueve el Ministerio de Agricultura, valiéndose de la firma Aenor. Son las normas UNE que se daban a conocer esta semana en el Parque Tecnológico de Almería, el PITA, arrancando así una gira de presentaciones por el resto del país. El evento aglutinó gran interés entre agricultores, técnicos, empresas y actores varios, no en vano el segmento del ecológico está en auge y cualquier normativa – aunque no sea de obligado cumplimiento como es la UNE – despierta una notable expectación.
Ecovalia, co-organizador de la jornada junto al Ministerio (Mapama), tiene presencia destacada en América Latina, lo cual explica la participación en la jornada de importantes representantes del otro lado del Atlántico, como la secretaria ejecutiva de la Conferencia Latinoamericana de Agricultura Orgánica (CIAO), o una representante del Departamento de Agricultura Orgánica de Chile. Además el moderador de la mesa redonda era el consejero de Agricultura de la Embajada de España en México. La presencia internacional la completaba una responsable del Ministerio portugués de Agricultura.
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La presentación de la norma corrió a cargo del subdirector de Agricultura Ecológica del Mapama, Javier Maté, así como de Esperanza de Marcos, miembro también de esta área del Ministerio. Una norma subdividida en tres grandes patas: fertilizantes, enmiendas y sustratos de cultivo; gestión de plagas y enfermedades (protección); y requisitos mínimos para la certificación de insumos. El propósito final es que estas tres normas voluntarias puedan servir en el futuro para arbitrar una Directiva europea en cuestiones tan relevantes como la trazabilidad, el envasado o el etiquetado de insumos orgánicos.
El trasfondo viene determinado por la gran laguna existente, ya que los reglamentos europeos y sus actualizaciones no abordan la cuestión de los insumos ecológicos, pese a que el Ministerio ha pedido a Bruselas un enfoque armonizado y no ha obtenido respuesta hasta ahora. De ahí que haya promovido las normas UNE como referencia.
Y como muestra de la lentitud regulatoria europea, sirvan los bioestimulantes como ejemplo. El Parlamento y la Comisión tienen una propuesta, pero ésta se encuentra ahora en fase de estudio por los Estados Miembros. Para finales de 2018, incluso fines de 2019 habrá una nueva propuesta, según se explicó, y habrán de pasar otros dos años, 2021, para que el nuevo reglamento europeo de fertilizantes incluya los bioestimulantes. Una hoja de ruta que podría variar si hubiese retrasos o imprevistos.
Todo ello en un contexto en el que el cultivo “bio” es casi imparable en España. Sumando todas las ramas de la agricultura ecológica se ha pasado de 346 productores en 1991 a 36.207 en el 2016, último ejercicio de estadística actualizada del Ministerio. Números que serán aún mayores cuando se obtengan los datos de 2017 y 2018. A tener en cuenta que en superficie el ecológico en España está dominado por los cereales, que suponen el 45% de la superficie total, mientras que las frutas y hortalizas (incluyendo fresas) contabilizan el 3,6% del total.
Demandas de algunos supermercados
La jornada concluyó con una interesante mesa de debate en la que participó la presidenta del Colegio de Ingenieros Agrícolas de Almería, la directora de la Asociación España de Fabricantes de Agronutrientes (AEFA), la directora de la Asociación IBMA España, una representante de AEPLA, un miembro de la Junta de Andalucía y el gerente de la empresa productora y comercializadora de productos hortofrutícolas ecológicos, Keops Agro, que suma quince años de experiencia. Éste último, Francisco del Águila, introdujo en el debate un apunte que fue muy comentado en el turno de preguntas del público.
Determinados supermercados suizos están exigiendo a sus proveedores que sus frutas y hortalizas no hayan requerido del uso de ningún fitosanitario, aunque perteneciese a la ya de por sí reducida lista de productos fito permitidos para la producción ecológica. En el debate se reflexionó sobre si esta práctica puede o no ser una tendencia de futuro y sobre cómo cuestiones comerciales de las cadenas pueden suponer una barrera a la pura agronomía. Los miembros de la mesa, sobre todo los representantes institucionales del Ministerio, se opusieron abiertamente a esta exigencia de las cadenas.
El debate está abierto. ¿Hasta qué punto los supermercados pueden ser juez y parte en la producción y comercialización hortofrutícola? ¿Habría que denominar con otras nomenclaturas aquellos fitosanitarios, una reducidísima lista de productos, que se emplean en orgánico? ¿Es cuestión de marketing y de lenguaje simplemente o hay algo más? ¿Hay que atender a lo que pida el mercado, aunque sea irracional?
En Francia, por ejemplo, se habla de fitofármacos. Sigue el debate.
Ana Rubio