El relevo generacional exige precios dignos

Personalmente nunca he visto a tantos agricultores bajo un mismo techo. Nunca. La mayoría de pie, el resto sentados. Entre 1.500 y 2.000 abarrotando el Centro Cultural de Santa Mª del Águila, en El Ejido (Almería).

Agricultores de todos los municipios del Poniente de Almería y de todas las localidades de la costa de Granada, hasta Motril, reunidos por una misma causa, una preocupación en común: los descuentos y la presión a la baja de la distribución que ha convertido a las hortalizas en productos baratos la mayor parte del año. Si este pasado invierno, durante la crisis de los pepinos, hubo reacciones y velocidades distintas por parte de los agricultores, en esta ocasión la música era otra. Una sintonía con una sola partitura: los bajos precios nos hunden. A todos. Sin distinción de Granada o Almería.

Un puñado de agricultores han subido al escenario, en una lluvia de ideas que ha tenido continuidad entre los que estaban sentados entre el público o bien de pie. Una lluvia de ideas que se pueden resumir en las siguientes: “la unión del sector”, aunque quimérica, “es la única salida”; “no hay que seguir vendiendo por debajo de los costes de producción”; “los terceros países nos hunden”, “el agricultor es uno de los pocos profesionales que no le pone precio al fruto de su trabajo”; “es el momento de dar un cambio drástico al rumbo del sector”, o bien que es necesario “crear una mesa hortofrutícola con agricultores representantes de todas las comercializadoras”. Incluso se ha hablado de gestar un nuevo nombre para definir a este movimiento: Unión de Agricultores Independientes.  Son solo algunas de las muchas ideas que se han vertido durante este encuentro movido a través de las redes sociales.

Conclusiones

La experiencia y los años dan perspectiva. He asistido y he sido testigo del movimiento agrícola de nuestro modelo de invernaderos desde hace décadas, como niño, como adolescente y más tarde como adulto y periodista especializado. He visto esta noche – como muchos de los que estáis leyendo ahora – repetida esa misma rabia e impotencia que sintieron los hombres y mujeres de generaciones anteriores que lucharon sin éxito frente a este mismo muro. Y por desgracia, seguimos estrellándonos contra la muralla; aunque me atrevería a decir que hoy día la encrucijada es mayor incluso que en décadas pasadas por la sencilla razón de que los márgenes para el agricultor son inferiores a los que se enfrentaron nuestros padres y abuelos. Así que aunque todo se repite cíclicamente, lo cierto es que la situación es más compleja.

La lectura positiva es que, a diferencia de otras partes de España, en Granada y Almería hay mucha masa joven, hay relevo generacional. Cualquiera que haya asistido esta noche al Centro Cultural de Santa Mª del Águila habrá constatado que una mayoría de los presentes eran jóvenes. Por supuesto que también había agricultores curtidos y experimentados, pero eran una minoría respecto a los jóvenes. Mucha savia nueva en el campo granadino y almeriense, una nueva generación descontenta y que es la que ha empezado ya a dar el relevo. Y estos jóvenes no están dispuestos a vivir de las migajas del negocio agrícola. Porque esto es un negocio, con diferentes eslabones en la cadena y con una proporción muy desigual de beneficios. Cuanto más próximo está el eslabón al consumidor final, más se encarece el producto y mayor margen para el intermediario. Como por arte de magia el fruto del campo multiplica su precio cuando está a punto de caer en la mesa. En las antípodas de cualquier explicación racional se gesta la magia. Y el agricultor, muy lejos en el espejismo del campo, se convierte en la herramienta útil para armar el circo.