Recuerdo hace seis años cuando un agrónomo manchego, asentado hoy día en la costa de Granada, me invitó un verano a visitar su casa en uno de esos pueblos olvidados de la Ciudad Real más profunda. Me interesé aquellos días por el éxodo de población que se había vivido décadas atrás en aquellos parajes llenos de silencio. Antonio, el buen Antonio, me explicó que la mecanización de las labores del campo había llevado a la mayor parte de los trabajadores, vecinos en aquellas poblaciones agrarias, a emigrar a Madrid en busca de trabajo. Aquella historia de un pasado no muy lejano se vuelve a repetir en el presente. No en una comarca ni en una provincia ni en una región, sino en el conjunto de esa España rural que lleva varias semanas lanzando gritos de auxilio.
Estos días atrás Ana y yo hemos estado un año más en la feria de Don Benito, en Badajoz. Nos gusta esta parte del país llena de gente noble y sencilla, por eso repetimos en tierra extremeña cuando llegan estas fechas. La Agroexpo 2020 ha sido una de las ediciones más multitudinarias que recuerdo, mucho público, más pabellones y empresas y unas jornadas técnicas paralelas harto interesantes para los que nos gusta el mundo del agro. Sin embargo, adentrándonos un poco más en la letra pequeña he observado cómo dentro de todo el entramado que apunta a cómo será la agricultura de los próximos años subyace, como fuerza imparable, una mecanización absoluta de todas las tareas y labores agrícolas. Esta realidad contiene diferentes aristas, a buen entendedor las palabras sobran, ¿verdad? En cualquier caso entraré más en detalle, por cuanto las consecuencias sobre destrucción de empleo puede acarrear.
Ayer conocíamos los datos del paro. Los últimos. Malos, muy malos, especialmente en la agricultura. Sin embargo, lo peor está por venir. Y ya no hablamos de que las máquinas vayan a sustituir – que ya lo están haciendo – a las manos de los trabajadores, la cuestión va más allá. Esas personas, igual que sus abuelos, emigrarán a las grandes ciudades. Me surge entonces una pregunta, ¿hay en esas urbes trabajo para los hombres y mujeres que provienen de zonas rurales?
Me temo que no. El cuello de botella se va a estrechar aún más. A los parados que ya hay en esas ciudades se van a sumar nuevos demandantes de empleo expulsados de una España vaciada ignorada desde hace lustros por los hombres que mandan en las ciudades. El escenario no puede ser peor.
Ya no se trata de que la agricultura sea un problema de Estado, sino que la agricultura y el mundo rural, que viene a ser lo mismo, es el problema. El principal que tiene a día de hoy España para vertebrarse como un país de futuro. “Sine agricultura nihil”. Sin agricultura nada.
En los pabellones de FEVAL en Don Benito han proliferado expositores que proponen diferentes herramientas para reducir los costes de producción, principalmente la mano de obra que es el mayor coste al que se enfrenta un agricultor. Supone en torno al 40% de los costes, según los estudios. Así que teniendo en cuenta que los malos precios de liquidación al agricultor son un mal endémico al que de momento nadie se ha enfrentado, solo queda reducir costes para intentar sobrevivir.
Mecanización absoluta de las tareas de trasplante, por ejemplo de tomate de industria; mecanización en la recogida de frutos, ya sean cítricos (sorprendente el vídeo de un expositor en el que las máquinas recogían todas las naranjas, sin rastro humano por ninguna parte), frutos secos o aceitunas. Y qué decir de las brásicas o las hojas (ahí están las baby leaf de las bolsas de IV gama, del mismo modo mecanizadas hasta en sus más mínimas tareas). Reducir al máximo el número de trabajadores. He ahí la tendencia creciente. Sobra decir en este sentido que el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) no está detrás de las movilizaciones de agricultores y ganaderos en toda España, pero sí ha sido una mecha que ha ayudado a encender un fuego en el que ya estaban apilados los maderos.
Las empresas ya el año pasado con la primera subida del SMI y más ahora con esta segunda recién firmada se han puesto las pilas para mecanizar y robotizar todos los procesos. Y no faltan empresas agrotecnológicas capaces de ofrecer a los agricultores un catálogo cada día más amplio de soluciones para reducir trabajo manual. Esto no es una opinión, no entra en el terreno de la subjetividad; sino que es la descripción de una realidad que muchos de vosotros ya conocéis.
Desde hace una semana a esta parte todo el mundo habla de agricultura, incluyendo los que jamás antes lo habían hecho. Las meteduras de pata abundan por doquier. Incluso en alguna ocasión he estado a punto de taparme los oídos por vergüenza ajena, sobre todo por lo que se ve y escucha en televisión. Ojalá los que tengan que tomar decisiones estén mejor preparados que los floreros que hoy día hablan de agricultura y mañana volverán a los chascarrillos de su circo político. Ahí sí se manejan como peces en el agua.
Ana Rubio